Alexis Tocqueville
Alexis Toqueville
(1805-1859) hace frente al
positivismo decimonónico aportando los primeros elementos de una teoría
sociológica del racismo. Desde el estudio de la historia cuestionará el pensamiento de la época, a
partir de la esclavitud de los africanos en América, la supuesta inferioridad
de los negros con base a sus diferencias biológicas planteando que se trataba
de un asunto social y político, criticando así las doctrinas racistas.
(Wieviorka, 1991).
Tocqueville fue un firme
opositor de la esclavitud y negó que este hubiera aportado algo de progreso a
la humanidad.
"Pues yo no creo que en alguna época la esclavitud haya sido útil a
la vida y al bienestar social. Lo creería, si todavía no hubiera llegado a
concluir que en ninguna época la institución de la esclavitud ha sido buena y
legítima.
No admitiré que un acto injusto,
inmoral, atentatorio de los derechos más sagrados de la humanidad, pueda
justificarse jamás por una razón de utilidad. Sería admitir la máxima de que el
fin justifica los medios, y es una máxima que siempre he detestado y que
detestaré siempre. La esclavitud, contribuyó en efecto a salvar la vida de
algunos hombres y aumentó la riqueza de algún pueblo, no lo niego, pero no
resta nada a mis ojos un horrible abuso de la fuerza, un menosprecio de todas
las leyes divinas y humanas, que nos prohiben privar de la libertad a nuestro
prójimo y hacerlo servir aún a costa de nuestro bienestar. Estos hechos son
odiosos en nuestros días no siéndolo menos hace tres mil años."[1]
Reconoce que la abolición de la esclavitud está basada en los principios
del Cristianismo y de los ideales de la Revolución francesa.
"En mi
opinión, la cuestión de la abolición de la esclavitud no es solamente una
cuestión de interés para Francia, sino además una cuestión de honor. Se ha
dicho mucho que la abolición de la esclavitud se debía sólo al cristianismo.
Dios me guarde de apartarme del respeto que debo a esta santa doctrina, pero
por eso es muy necesario que yo lo diga, Señores, la emancipación tal como la
vemos incluso en las islas inglesas, es producto de una idea francesa (…) Digo
que somos nosotros quienes, destruyendo en todo el mundo el principio de las
castas, de las clases, reencontrando, como se ha dicho, los títulos del género
humano que estaban perdidos, somos nosotros quienes volcando en todo el mundo
la noción de igualdad de todos los hombres ante la ley, igual que el
cristianismo había creado la idea de todos los hombres ante Dios, digo que
somos nosotros los verdaderos autores de la abolición de la esclavitud.
El cristianismo, hace doscientos años, eso es cierto, destruyó la
servidumbre en el mundo, pero después la había dejado renacer. Todavía hace
cincuenta años, el cristianismo dormía al lado de la esclavitud y dejaba, sin
reclamar, que pesara sobre una parte de la especie humana. Somos nosotros,
Señores, quienes lo hemos despertado; es del movimiento de nuestras ideas de lo
que ha surgido ese movimiento admirable de celo religioso, en el que vemos los
efectos en las colonias inglesas; somos nosotros quienes hemos hecho ver a los
hombres religiosos lo que había de horrible y al mismo tiempo lo que se podría
destruir en la esclavitud; somos nosotros quienes les hemos mostrado que la
esclavitud no era solamente contraria a las leyes de Dios, sino que debía
desaparecer de las leyes humanas. En una palabra, somos nosotros, quienes hemos
creado la creencia que la filantropía religiosa de los ingleses ha realizado
tan noblemente, tan felizmente.
Y subrayad, Señores, no solamente la abolición de la esclavitud, sino la
idea de la abolición de la esclavitud, esta gran y santa idea ha surgido del
mismo fondo del espíritu moderno francés; mejor aún la ven sostenerse más o
menos del espíritu de la nación, según que la propia nación sienta más o menos
avivar o apagar en su corazón los grandes principios de la Revolución."[2]
Tocqueville actuó en
1839 como ponente en la Cámara de los Diputados, de un proyecto de ley para la
abolición de la esclavitud. Rechazará las “falsas y odiosas doctrinas” racistas
que pretenderían legitimar la esclavitud de los negros por su misma naturaleza.
También fue muy crítico con las tesis racistas de Gobineau, con quien
compartió en diversas ocasiones correspondencia. Reconocerá que la lectura del Ensayo le produjo la misma impresión que
la lectura de “La Revue des Haras”.
"Vuestra doctrina es (…) una suerte de fatalismo, de predestinación
si Vd. quiere; diferente no obstante de la de de San Agustín, jansenistas y
calvinistas (estos últimos son los que se os parecen más por lo absoluto de la
doctrina), respecto de que en la de Vd. hay un lazo muy estrecho entre el hecho
de la predestinación y la materia. Así Vd. habla sin cesar de razas que se
regeneran o se deterioran, que toman o pierden capacidades sociales que ellas
no tenían por una transfusión de sangre diferente, creo que son sus propias expresiones.
Esa predestinación me parece, os lo confesaré, cocina de puro materialismo. (…)
¿Qué interés puede haber en persuadir a pueblos viles que viven en la barbarie,
en la molicie o en la servidumbre, que siendo tales por la naturaleza de su
raza no hay nada que hacer para mejorar su condición, cambiar sus costumbres o
modificar su gobierno? ¿No ve Vd. que de su doctrina nacen naturalmente todos
los males que la inigualdad permanente alumbra, el orgullo, la violencia, el
menosprecio del semejante, la tiranía y lo abyecto bajo todas sus formas? ¿Cómo
me habla Vd., querido amigo, de distinciones a hacer entre las cualidades que
hacen practicar las verdades morales y lo que Vd. llama la aptitud social? ¿Es
que son cosas diferentes? Cuando se ha visto desde hace algún tiempo y desde
algo cerca la forma en que se conducen las cosas públicas ¿cree Vd. que no se
está perfectamente convencido de que ellas se consiguen precisamente por los
mismos medios con que se consiguen en la vida privada? ¿que el valor, la energía,
la honestidad, la previsión, el buen sentido son las verdaderas razones de la
prosperidad de los imperios como la de las familias y que, en una palabra, el
destino del hombre sea como individuo, sea como nación, es lo que él quiera? Me
paro aquí; permita, os lo ruego, que dejemos ahí esta discusión. Estamos
separados por un espacio demasiado grande para que la discusión pueda ser
fructífera. Hay un mundo intelectual entre vuestra doctrina y la mía."[3]
Estudiando la cuestión
de la esclavitud de los negros americanos, reconoce que no es un problema de
naturaleza, como pretendían afirmar los científicos americanos, sino político y
social. Así el racismo norteamericano sería consecuencia del miedo de los
blancos al fracaso social, como el análisis de la historia posterior con Gunnar
Myrdal vendrá a corroborar.
“Los blancos del norte se alejan de los negros con tanto mayor cuidado
cuanto menor sea la señalización, por parte del legislador, de la separación
que debe existir entre ellos… En el norte, cuando los blancos temen llegar a
confundirse con los negros, se están preocupando por un peligro imaginario. En
el sur, donde el peligro sería real, no puedo creer que et temor fuese menor”.[4]
Alejandro Humboldt
Alejandro de
Humboldt, (1769-1859) fue
un geógrafo, naturalista y explorador prusiano, que discutió la pretensión de
establecer jerarquías basadas en criterios estéticos o intelectuales. Humboldt,
que viajó por medio mundo, se opuso a toda forma de esclavitud y defendió la
unidad del género humano.
“Al tiempo que afirmamos la unidad de la especie humana, rechazamos la
desalentadora creencia de que existirían razas humanas superiores e inferiores.
Hay naciones más propicias para el perfeccionamiento intelectual que otras,
pero ninguna es en sí misma más noble que las otras. Todas están destinadas por
igual al ejercicio de la libertad”.[5]
En un rechazo al racismo del Imperio Británico y de otros imperios, Humboldt se atrevió a proclamar: “No hay razas inferiores. El destino de todas, por igual, es alcanzar la libertad”.
Firme defensor de la
abolición de la esclavitud consiguió en 1856 que se aprobara una ley en Prusia por
la que se concedía la libertad a cualquier esclavo negro que tocara suelo
prusiano.
Humboldt afirmará que el
verdadero progreso humano pasa por crear una comunidad humana universal, que
luche contra todo prejuicio, sin distinción de religión, nacionalidad o raza, y
que potencie lo mejor del ser humano.
“Si hemos de señalar una idea
que a través de toda la historia ha extendido cada vez más su imperio, o que,
más que ninguna otra da testimonio de la muy debatida y, no obstante, más
indiscutiblemente incomprendida perfectibilidad de toda la raza humana, es
aquella de establecer nuestra humanidad común; de luchar por derribar las
barreras que los prejuicios y las perspectivas estrechas de todo tipo han
levantado entre los hombres, y tratar a toda la humanidad, sin distingo de
religión, nacionalidad o color como una fraternidad, una gran comunidad, capaz
de lograr un objetivo: el desarrollo irrestricto de sus potencialidades
físicas. Este es el objetivo último y más elevado de la sociedad, idéntico a la
orientación que la naturaleza inculcó en la mente del hombre hacia la extensión
indefinida de su existencia. Él contempla la Tierra en todos sus límites y los
cielos, hasta donde su vista puede escudriñar sus brillantes y estrelladas
profundidades como internamente suyas, dadas a él como objetos de su
contemplación y como el campo para el desarrollo de sus energías…”.
Mientras Humboldt vivió
su pensamiento tuvo gran influencia en Alemania y el resto de Europa. Pero fue
precisamente a su muerte en 1859, cuando los escritos de Gobineau y Darwin se
difundieron por Occidente.
Antenor Firmin
Un importante autor del antirracismo fue el antropólogo haitiano Antenor
Firmin (1850-1911), quien
publicó en 1885 su tratado “De la
igualdad de las razas humanas” en respuesta al famoso libro de Gobineau.
Precursor del pensamiento antirracista, su obra será ignorada durante décadas
hasta la revelación del holocausto como fin de las teorías racistas del
modernismo.
Por aquel entonces las
grandes potencias europeas se repartían el continente africano en la Conferencia de Berlín (1885), mientras
que las ideologías racistas también hacían estragos en América Latina,
convirtiéndose en el sustrato ideológico de las clases dirigentes. El
regeneracionismo defendía la reducción del factor negro, a favor de las
virtudes blancas.
“A toda esa
falange altanera que proclama que el hombre negro está destinado a servir de
estribo a la potencia del hombre blanco, a esta antropología mentirosa, yo
tendré derecho a decirle: “¡No, no eres una ciencia!”. Antenor Firmin
Antenor Firmin muestra
como el vuelco de la historia de Europa y América se encuentra en la
independencia de Haití. Una independencia muy anterior a la que inició Bolivar
en el continente, quien buscó apoyos en los haitianos con la promesa de abolir
la esclavitud en el continente. Esta promesa nunca la cumplió Bolivar y Antenor
Firmin rescató esta parte de la historia denunciándola. Por todo ello Antenor
tuvo que sufrir feroces ataques a sus planteamientos por parte de las
sociedades antropológicas francesas. En 1900 Antenor Firmin colaboró en la
organización de la primera Conferencia Panafricana.
Rudolf Virchow
En Alemania Rudolf
Virchow (1821-1902) combatió
desde la ciencia las teorías racistas de la época. Como biólogo es conocido por
ser el fundador de la patología celular. Descubrió que las enfermedades no se
originan en los tejidos, sino en las células. Suya es la expresión "Omnia cellula a cellula" (Toda
célula proviene de otra célula). Líder del partido progresista liberal critico
las abusivas políticas de Bismarck, quien llegó a retarle a duelo a muerte.
Fundó en 1869 la “Sociedad Antropológica
Alemana”, y el mismo año la “Sociedad
Antropológica de Berlín”. Encabezó varias expediciones científicas a
Egipto, Troya y el Cáucaso y publicó varios libros sobre etnología.
Virchow fue el principal impulsor de la salud pública en Alemania.
Virchow se refería a los trabajadores de la salud pública como “doctores de los pobres” (Armendärzten). Para él era mucho más
importante la prevención de las enfermedades y epidemias: “Nuestra política es la de la profilaxis; nuestro opositores prefieren
las medidas paliativas”.
«Por lo tanto no es suficiente
que el Estado garantice las necesidades básicas para la existencia y que asista
a todo aquel cuyo trabajo no le baste para solventar esas necesidades; el
Estado debe hacer más, debe asistir a cada uno de tal manera que tenga las
condiciones necesarias para una existencia en condiciones de salud.» Rudolf
Virchow
En 1848 realizó, a petición del gobierno prusiano, un informe sobre una
epidemia de tifus que diezmaba a la población minera de Silesia. En sus
conclusiones recomendó como principales medidas para atajar la enfermedad:
democracia, educación, libertad y prosperidad para la gente. Que se tuvieran
derecho a comunicarse en su propia lengua polaca, que pudieran elegir a sus
propios representantes, que se mejoraran la agricultura y las comunicaciones y
que tuvieran tener libertad de culto religioso. En 1902 fue nominado al premio
Nóbel de medicina junto a Santiago Ramón y Cajal.
Virchow atacó las posiciones claramente racistas y elitistas de la
filosofía de Nietszche. En 1871, junto con Van Molder y Lissauer, realizó un
exhaustivo estudio craneológico de escolares alemanes intentando encontrar
diferencias sustanciales entre los niños judíos y los demás. La investigación
demostró de forma concluyente que no existían diferencias fisiológicas entre
judíos y no judíos y que el presunto tipo racial teutónico de cabello rubio y
ojos azules, tan sólo abarcaba a un tercio de la población total del imperio
alemán, y de hecho incluía a muchos judíos. La conclusión era clara: el ario
típico postulado por la teoría no ha sido nunca descubierto. No obstante la
publicación del estudio se demoró quince años.
Discípulo de Virchow fue Franz Boas, quien reconoce la aportación de su
maestro al denunciar el peligro que tienen “clasificar
los datos que son imperfectamente conocidos bajo el punto de vista de teorías
generales” y que el progreso de la ciencia nos obliga a aclarar en cada
momento “qué elementos en el sistema de
la ciencia son hipotéticos y cuáles son los límoites del conocimiento obtenido
por observación exacta”.
Virchow, un liberal clásico y cristiano convencido, creyó haber
desterrado para siempre el mito de la raza aria o teutónica. Siempre rechazó la
identificación entre raza y nacionalidad. No obstante, las investigaciones
antirraciales de Virchow no fueron bien acogidas en los círculos académicos
alemanes, influidos más, por un materialismo positivista, que por una búsqueda
real de la verdad científica.
Max Weber
El filósofo e
historiador alemán Wax Weber (1864-1920) será un importante crítico de
las tesis racistas basadas en la biología. Crítico de Chamberlain, verá con
preocupación el auge del antisemitismo en Alemania. Durante el primer congreso
nacional de los sociólogos alemanas se opondrá firmemente a las tesis del
fundador de la Rassenhygiene, el doctor Ploetz, que vinclua el florecimiento
del orden social al de la raza. Su análisis concuerda con el que realizó años
antes Tocqueville:
“… los
blancos de los Estados sureños norteamericanos, desposeídos de todo y que a
menudo llevaban una vida miserable cuando faltaban las oportunidades de trabajo
libre eran, en la época de la esclavitud, los verdaderos portadores de la
antipatía social – totalmente ajena a los plantadores –, por la sencilla razón
de que su “honor” social dependía directamente de la descalificación de los
negros”.[6]
Para Weber la raza únicamente existe cuando una comunidad toma sentido de
pertenencia exclusiva que le lleve a tomar una postura de desprecio y
segregación hacia el resto de comunidades. Esta conciencia de raza no se
debería a diferencias hereditarias, sino aun habitus: el horror a las
relaciones sexuales interraciales, en los Estados Unidos, es algo “socialmente
condicionado”.
[1] Tocqueville, Alexis de, «Œuvres complètes, Tomo XVI» Gallimard (1989)
Mélanges, p.p. 166-167.
[2] Tocqueville, Conclusion de son discours à la Chambre pour défendre
l’abolition le 30 mai 1845.
[3] Tocqueville, Alexis de, «Œuvres complètes, Tomo IX» Gallimard (1959)
Correspondance avec Gobineau, p.p. 202-203.
[4] Alexis de Tocqueville, De
la démocratie en Amerique, París, Gallinard, Idées, 1980, pág. 203.
[5] A. Humboldt. Cosmos. 1849.
Citado por STEPHEN JAY GOULD. La falsa medida del hombre. Ed. Crítica. Pág. 58
[6] Max Weber, Économie et
societé, parís, Plon, 1971 (1ª ed., 1921), pags. 418-419.