20.2. Franz Boas: El final del racismo científico





          Este antropólogo estadounidense de origen judío alemán será quien destruya las bases pseudocientíficas en que se apoyaban las teorías racistas del momento. Con sus investigaciones cuestionará las conclusiones de la antropología física respecto a la pretendida superioridad de ciertos cráneos sobre otros, y de ciertas razas sobre otras. A partir de Boas la antropología paso de estudiar las razas a estudiar las culturas.
            Franz Boas (1858-1942) estudió en Alemania doctorándose en la universidad de Kiel. Rechazó el evolucionismo social y el difusionismo arqueológico, ya que no creía que los mismos hechos en lugares y tiempos separados entre sí puedan provenir de leyes universales que dirijan el espíritu humano. En 1886 marcha al Canadá a estudiar distintos manantiales de agua, pero en la expedición se extravía y es rescatado por los indios Inuit. Este hecho lo marcaría profundamente, por lo que decide quedarse a vivir en los Estados Unidos y dedicarse a la antropología. En la universidad de Columbia crea y dirige el departamento de Antropología.
            En 1911, en la clausura del primer congreso universal de las razas afirmó que “la vieja idea de la estabilidad absoluta de los tipos humanos debe rechazarse sin la menor duda, y con ella la creencia en la superioridad hereditaria de unos tipos determinados sobre los demás”. [1] Justamente ese año publicó la obra The mind of primitive man, donde argumentaba que las diferencias entre grupos humanos son más culturales que genéticas y que todas las personas tienen la misma capacidad para desarrollarse culturalmente. El libro fue quemado por los nazis y en los Estados Unidos fue acusado, por su pacifismo, de pro alemán. En todo caso al terminar la guerra fue rehabilitado y su obra sirvió de base argumentativo en la causa por los derechos civiles.
En 1921 realizó el famoso estudio que trastocaría las bases del cientifismo racista. Boas comparó la primera y la segunda generación de más de 18.000 inmigrantes en los Estados Unidos. Encargado para la Comisión de Inmigración del Senado, Boas publicó su trabajo con el título de “Changes in Bodily Form of Descendents of Inmigrants”. Cuando Boas comparóa las medidas craneométricas de las dos generaciones encontró diferencias en las medidas craneales de los hijos, concluyendo que estas tenían un carácter extraordinariamente plástico.  Fruto de este estudio concluye los factores ambientales podían alterar la forma de la cabeza en el curso de una sola generación y que la craneometría apenas era útil como marcador poblacional y racial.
            Boas realizó una crítica sistemática a la metodología antropológica de la época que basaban sus conclusiones sobre el supuesto de que la raza, el lenguaje y la cultura de un pueblo eran elementos de una misma evolución. Esta confusión entre estos tres términos situaba a los pueblos primitivos al nivel de los antropoides. Franz Boas defendió que cada parcela del saber debía de mantener su autonomía. De sta manera propuso que las clasificaciones biológicas deben apoyarse en datos biológicos, la historia lingüística en datos lingüísticos, y la historia cultural en datos culturales. Desde entonces la ciencia del estudio del hombre se estructura en cuatro disciplinas: antropología física, arqueología, antropología lingüística y antropología cultural o etnología.
            Fundó la American Anthropological Association, y en 1931 fue presidente de la Asociación Angloamericana para el Desarrollo de la Ciencia. Cuando en 1933 el partido nazi alemán denunció la “ciencia judía” (Sigmund Freud, Albert Einstein, etc.) y quemaron públicamente libros suyos, Boas les respondió con un escrito firmado por otros 8.000 intelectuales, en el que declaraban que lo más importante era el desarrollo del conocimiento científico, y no la cuestión de raza o religión de pertenencia.
            La labor de Boas en contra del racismo es loable. Desmontó las teorías racistas que hacían depender la inteligencia de los individuos de la capacidad craneal de su grupo racial de pertenencia, y acusó como falsas las pretensiones de los eugenistas de su tiempo de poder obtener tipos humanos sin defectos hereditarios.

Una antropología de signo humano

            La experiencia de Boas con los esquimales Inuit le permitió percatarse de no eran seres pasivos, sino que por el contrario eran claramente personas con las que aprendió a cazar, a  vivir y moverse por el medio helado del Ártico. Ellos le acogieron con canciones y danzas y con el tiempo le enseñaron las artes del chamanismo, sus mitos y ritos, para prevenirse de las acechanzas de la diosa Sedna del inframundo. Boas comprendió allí que la cultura no es una adaptación mecánica, sino que al contrario, es fruto de un proceso de creación orgánica.
            Todo ello le llevó a la conclusión de que es difícil establecer leyes o generalizaciones para explicar el rico y complejo mundo de las culturas como pretendían los deterministas biológicos de su tiempo. Iniciador de la antropología cultural establece que los fenómenos históricos de una tribu o pueblo sólo pueden ser entendidos como “desarrollo de condiciones específicas y únicas en las que ese pueblo vive”. Cada sociedad posee una cultura singular y privativa, y lo que a simple vista pueden parecer semejanzas con otras sociedades, bien puede obedecer a motivaciones, circunstancias ambientales o actitudes dispares. Respecto a los esquimales de la tierra de Davis escribió:

            “He comprobado que gozan de la vida, que gustan de la naturaleza, que los sentimientos de amistad también echan raíces en sus corazones y que si bien la índole de sus existencia es más ruda que la civilizada, el esquimal es un ser humano igual a nosotros, sus sentimientos, virtudes y defectos se basan en la naturaleza humana, al igual que los nuestros”. Franz Boas

            Uno de los primeros aspectos en los que Franz Boas investigó fue en la cuestión eugenésica que tantos adeptos tenía en los Estados Unidos de principios de siglo XX. En el IX Congreso de Americanistas celebrado en Washington denunció como falsas las pretensiones de algunos investigadores de relacionar la degeneración de la cultura urbana con la mezcla racial:

            “Se ha ido argumentando que la congestión en las ciudades y otras causas inciden en una gradual degeneración de nuestra raza, por lo que los defensores de la eugenesia desean un contraataque con medidas legislativas específicas… Primero de todo, podemos comprobar que la tesis fundamental de la degeneración de nuestra población nunca ha sido probada”. Franz Boas

            A continuación Boas ponía en duda las estadísticas que los eugenistas usaban en pro de un falso humanismo – la eliminación de los anormales para evitarles el sufrimiento -.
            Otro aspecto de su lucha en contra del racismo, fue la demostración de la no inferioridad cultural de los negros de origen africano. En este sentido demostró con pruebas como muchas de las civilizaciones africanas habían dado muestras de brillantez, sobre todo en materia artística, a lo largo del tiempo. Logros que podían equipararse al arte y la cultura de la Edad Media europea.
            Donde Boas se manifestó con mayor contundencia fue contra las teorías racistas nazis, que pretendían distinguir con claridad entre arios y no arios. El alcance de su obra antropológica lo describe de manera magnífica Levi Strauss.

            “Boas demuestra la imposibilidad de definir un “tipo biológico” o “racial” por estos medios (la antropología física). En este dominio como en otros tantos, Boas rechaza las clasificaciones arbitrarias y las especulaciones pseudo-históricas. Las investigaciones deben ser hechas sobre una base empírica y descriptiva. Para este caso particular, se debe investigar para saber lo que ha pasado en las condiciones de aislamiento geográfico o de contacto, de consaguinidad o de mestizaje, que es necesario determinar con precisión”. Levi Strauss.

            En este sentido Boas también puso en cuestión la vieja pretensión del iluminismo ilustrado de distinguir artificiosamente entre salvaje y civilizado.
            Boas fue un incansable buscador de la verdad a través de la ciencia, y en su propia metodología procuraba evitar lanzar conclusiones precipitadas. Antes bien las contrastaba para no lanzar tesis equivocadas. Defendió la idea de que la verdad ampliamente difundida en publicaciones o por medio de la educación escolar, podía contribuir a liberar a la mente de la confusión y de los prejuicios que el racismo había ido creando.
            Para él la ciencia no era un fin en sí misma, sino un medio al servicio de la humanidad. El investigador se debe a la humanidad, es por ello que Boas se convirtiera en adalid de la lucha contra las teorías racistas del totalitarismo nazi, el “absurdo nórdico” como lo llamaba. Decía, que correspondía a la antropología, más que a ninguna otra ciencia, la importante tarea histórica de velar por la dignidad del hombre y resistir a las degradantes aberraciones racistas. “Las naciones deben cultivar los ideales de igualdad de derechos”, dijo y sostuvo sin cesar que las diferencias culturales no deben ser causa de la destrucción del mundo. Atacó de esa manera al racismo y los prejuicios raciales, al nacionalismo mezquino y la guerra, abogando por un internacionalismo basado en los intereses comunes de la humanidad.
            Franz Boas refutó las teorías de la irracionalidad del hombre primitivo o de la mentalidad prelógica. El hecho de que nuestra civilización se haya vuelto más científica no justifica que se juzgue a las culturas más primitivas etnocéntricamente, con nuestros propios juicios de valor. Con ello criticó la postura de iluminismo ilustrado que sostenía que solo había una civilización importante  que era la europea occidental en la que los blancos ocupaban la posición central y más alta de todas las razas del mundo.
            En sus estudios negó la estabilidad permanente de las formas corporales y, con ello, desmintió la creencia en la superioridad hereditaria de unos tipos humanos respecto a otros. Con ello creó el relativismo cultural con el que defendió la diversidad cultural de los pueblos. Su objetivo era enfrentarse al “fatalismo biológico”, base del racismo “científico” y del etnocentrismo.
            Su amor al hombre y la fe en la humanidad que profesó a lo largo de su vida fueron magníficamente plasmadas en la necrológica que su discípula Ruth Benedict escribiera a su muerte: “Vivió 56 años en América. Alemán, de padres judíos, su provincia, como antropólogo, fue el mundo”.


[1] Tomada de Maurice Olender, “la chasse aux évidences”, Le racisme. Mythes et sciences, op. Cit., pág. 228.